A Francisco Toledo
In Memoriam
El futuro de la Tierra tendrá que ser
verde, espiritual, fundado en los pueblos originarios
y conducido por las mujeres. O no será
Juan José Consejo
Hace ocho meses, 28 organizaciones de comunidades, sociedad civil y academia nos juntamos para dar vida al Observatorio Ciudadano y Comunitario de Agua y Medio Ambiente (OCCAMA). Nos animaba la idea de aportar soluciones para la grave crisis hídrica que padecemos en los Valles Centrales de Oaxaca, crisis que se extiende a otros lugares del país y probablemente al mundo entero. Nos precedía el trabajo de defensa ecológica que por muchos años han realizado diversas personas y agrupaciones. Nos encauzaba la larga tradición comunitaria oaxaqueña de resistencia y organización ¿Qué esperamos de este nuevo ser?
Queremos que tenga ojos, por eso lo hemos bautizado observatorio. Para mirar con atención lo que está pasando con el agua, la naturaleza y nuestra interacción con ellas. Especialmente, para vigilar la actuación de funcionarios y dependencias de gobierno en los ámbitos federal, estatal y municipal. Es decir, queremos que el OCCAMA tenga capacidades de contraloría social, y por eso nos hemos vinculado ya, desde su creación, con la Coordinadora Nacional de Contralorías Sociales. Los ojos del Observatorio tienen tambén otra finalidad: visibilizar los múltiples esfuerzos que hacen hombres y mujeres concretos en todos los rincones del estado. Como dijera Gustavo Esteva, en vez de intentar escudriñar cómo sería el futuro soñado, volteemos a ver a quienes ya lo construyen hoy.
Hemos buscado también oídos para el OCCAMA, pues aspiramos a escuchar a la gente: ciudadanos, colonias, pueblos, especialmente aquellos que no suelen ser atendidos por los gobernantes o los medios de comunicación. Trabajamos ya en un sistema para recoger mejor reclamos, demandas, reivindicaciones. Se trata de una escucha atenta y respetuosa. Escuchar a los otros, las otras, escuchar-nos.
Y los oídos han de acompañarse de voz. Múltiples voces, por ser precisos. Para conversar y ponernos de acuerdo, siguiendo la fructífera tradición oaxaqueña de la concertación. Pero voz alta también, la de quienes históricamente no la han tenido, de los que se han cansado de gritar inútilmente. Queremos, en efecto, elevar la voz para ser consultados, atendidos y que nos volvamos participantes en las iniciativas, políticas y programas, públicos y privados, que nos atañen. Por eso respaldamos los acuerdos internacionales sobre participación social y derechos de los pueblos originarios, como el 169 de la OIT y el Acuerdo de Escazú.
Esta revista que hoy tiene frente a ustedes formará parte de esos oídos y esas voces.
Asimismo queremos manos. Porque además de ver, oír y hablar, es preciso ponernos en acción, para construir herramientas administrativas y legales conviviales que nos ayuden a proteger a las gentes y su entorno, para poner en marcha buenos ejemplos que contagien otros modos de vivir más justos y sustentables. Se trata de manos que han de irse multiplicando y trabajando armoniosamente, dando y recibiendo. Por eso nos gusta el término manovuelta, una de las maneras de nombrar al tequio.
También queremos pies, pues es el camino es largo y trabajoso. Y queremos andar juntos, es decir, con-movernos. Aquí la otra acepción de conmoción es también indispensable: sacudirnos los modos de pensar individualistas, acomodaticios y consumistas, atender el adagio de Einstein de que no podemos resolver un problema (y muchos son los que tenemos) usando el mismo modo de pensar que lo creó. Hay que caminar, pues, caminos distintos apoyados en la imaginación.
Aspiramos, en fin, a que el OCCAMA mantenga el corazón. Porque en el corazón, de acuerdo con múltiples tradiciones, reside valor, voluntad, espíritu, mente clara. Al cabo, la ardua tarea de sanar a la Madre Tierra precisará de todas estas cualidades. Acaso descubriremos que se trata de sanarnos a nosotros mismos.
Por eso queremos hoy celebrar al OCCAMA. Celebrar la vida.